Una tarde cualquier sonó mi celular. Alguien del otro lado respondía una consulta hecha días antes desde una página de internet. Le expliqué a quien me llamó que necesitaba un regalo para una persona a la que quería sorprender en una fecha importante. Estaba buscando una pieza única, especial.
– Ojalá alguien me hubiera querido a mí de esa manera. Me dijeron cuando terminé mi explicación.
-Seguramente usted ha roto muchos corazones, contesté.
-Y también me lo rompieron, me confesaron.
A partir de ahí surgió una charla profunda con alguien a quien nunca antes había visto. Hablamos un rato entre bromas y sentimientos y supe que una entrevista con él no tendría desperdicio.
No me equivoqué. Juan Carlos Pallarols es un hombre fuera de serie.
Unos días después de ese primer contacto el maestro Pallarols me abrió las puertas de su taller-museo, ubicado en el corazón del barrio de San Telmo. Un lugar solemne con historia propia. «En este mismo edificio se fundó el Club de la Unión Cívica, que fue la cuna de lo que después terminó siendo el Partido Conservador, la Unión Cívica Radical, el Partido Laborista y por último el Peronismo».
Orfebre por vocación, me cuenta que comenzó a aprender el oficio poco antes de cumplir los tres años de edad en el taller de su abuelo José y desde entonces realiza con la misma pasión el bastón presidencial, un cáliz para el Papa Francisco, sus emblemáticas flores o un par de alianzas para dos novios a quien es capaz de no cobrarles.
Con humildad y tono pausado, entre mate y mate, hablamos en su despacho rodeados de vitrinas repletas de piezas trabajadas en plata, y no puedo imaginar a qué más puede aspirar un hombre que trabajó para los más grandes de la historia. «Mi única aspiración es vivir hasta el último día intensamente» y confiesa que lo que más placer le da en la vida «es, simplemente, estar vivo».
Gracias a su trabajo se codeó con personajes pertenecientes a la elite del mundo entero pero me aclara que también se rodeó de muchos atorrantes.
«Aprendí muchas cosas de Borges, pero también aprendí mucho de Carlos Menem que era un tipo simple y sencillote».
«Haber conocido personas muy inteligentes o muy geniales o muy hermosas me ha servido para alimentar mi alma, para nutrirme, pero descubrí que no siempre la más linda es la más inteligente, o que el hombre que menos parecía era el tipo más talentoso, más audaz o más oportuno».
Me surge la pregunta obvia: Qué significa la rosa para Pallarols ?
«La rosa representa a la mujer y su sensualidad. Es una provocación.
La rosa es, a su vez, la flor más completa. Los franceses dicen que no hay ruido más sensual que el «fru fru» de la seda y el «cro cro» de las hojas de un rosal. La rosa posee belleza y perfume, pero tiene espinas para recordarnos que en la vida también hay obstáculos».
La primera de esas piezas que tomó notoriedad pública fue la que hizo en homenaje a la princesa Diana con motivo de su muerte. Pallarols estaba, en ese momento, viviendo en la embajada Argentina en Francia y el entonces embajador Juan Archibaldo Lanús, le pidió una obra en honor a la «Princesa del Pueblo».
La rosa fue la pieza elegida.

Absolutamente comprometido en la causa de Malvinas realizó con material bélico proveniente de la guerra y junto a ciudadanos de todo el mundo la obra: «Dos Rosas por la Paz». En el mes de marzo de 2018 las dos piezas se trasladaron a las islas y se depositaron, una en el cementerio de Darwin, donde descansan los restos de los soldados argentinos y la otra en el de San Carlos, donde están enterrados los efectivos británicos.

La charla se va extendiendo y con una sonrisa sutil reconoce: «me importa mucho lo que la gente dice de mi. Me gusta sentir que me quieren. Que no me cobren el taxi, por ejemplo, me llena de emoción porque yo no hago ningún tipo de especulación. Se que hice feliz a mucha gente dándoles la oportunidad de participar en la creación de varias piezas».
«El primer bastón de mando lo hice en 1983. Buscaba imponer un bastón con esencia argentina. Fue duro, tuve que pelearme con Adolfo Scilingo, jefe de la casa militar de la Presidencia de la Nación porque no entendía el sentido del cambio, pero finalmente el doctor Alfonsín lo aceptó.
Con este primer bastón me di cuenta de la importancia de que participe la gente. Trabajaron en ese momento cerca de dos mil personas. Vinieron a colaborar entre otros Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato. Ahí entendí que eso era una obra de arte».
En la confección de cada bastón democrático quedó el sello de la gente. «Desde la democracia de 1983, todos los bastones que usaron los presidentes tienen el golpecito del punzón de los argentinos». Cada presidente recibe también un libro con las firmas de todos los que cincelaron el bastón que llevará en sus manos. En ellos se puede recorrer casi treinta años de pensamientos, necesidades y deseos.
Desde ese momento es común que el maestro Pallarols convoque a la gente a participar de sus obras dando pequeños golpes con el cincel.