Chica, linda y fácil de recorrer, a pesar de sus cuestas empinadas y sus calles adoquinadas. Así podría describir a Porto, u Oporto, en pocas palabras.

Calcular cuánto tiempo dedicarle a una ciudad en un viaje es, para mí, el momento más difícil de la organización, pero podría decir que 3 días son suficientes para conocer y adoptar esta ciudad ubicada en el norte de Portugal. Por supuesto, esto depende del interés de cada uno y del tiempo que se le quiera dedicar a cada cosa. En esta primera visita no recorrí museos, solo me dediqué a descubrir la ciudad.

Empecé a caminarla de la mano de Juan “el malo”, oriundo de Sevilla e historiador, quien nos contó como primer dato, cuando hicimos el Free Tour, que el gentilicio de los de aquí es “tripeiro” porque durante la preparación de la expedición que partió, para la conquista de Ceuta, en el año 1415, cada vecino aportó lo mejor que tenía a los valientes soldados que iban a luchar. Entre los alimentos donados, iban todas las reservas de carne de la ciudad, de manera que a la población sólo le quedaron las tripas para alimentarse. Ese dato, que parece de color, nos ayuda a entender un poco el orgullo y la solidaridad del pueblo portugues.

El tour comenzó en la Praça da Liberdade y a fuerza de caminata por subidas y bajadas nos llevó a recorrer durante 2 horas los lugares mas destacados de la ciudad. 

La Praça da Liberdade era, en la Edad Media, un espacio rural fuera de las murallas que pasaban exactamente por el extremo a donde se encuentra actualmente el Hotel Intercontinental, enfrentado al ayuntamiento.

Costa de río Duero

Mientras caminamos despacio, Juan nos va contando la historia de la ciudad hasta que nos sorprendemos dentro de la estación de tren São Bento, admirando sus más de 20.000 azulejos, típicamente portugueses, pintados a mano que dan fe de todo lo que veníamos escuchando.

En las paredes podemos ver la cronología de la vida en la ciudad desde su época de condado hasta que fue convertida en reino.

Subir a la Torre de los Clérigos me quedó pendiente por la fiaca de enfrentar sus 240 escalones, pero no por nada es uno de los monumentos más visitados de Portugal (según informan en el lugar). Las vistas que ofrece desde sus 75 mts de altura parecen ser increíbles. Pero a no desesperar, la ciudad tiene otros miradores desde donde podemos descubrir sus encantos sin hacer tanto esfuerzo.

Muy cerquita se encuentra la Livraria Lello & Irmão. De estilo modernista y fachada con arcos ojivales, merece una recorrida por su interior. La cola que se forma para entrar se debe a que en ella se inspiró J.K. Rowling, autora de la saga de Harry Potter, quien vivió un par de años en la ciudad y quedó, como todos, enamorada de la librería, y de Oporto.

Torre de los Clérigos

Seguimos en compania de Juan hasta llegar a la Igreja Do Carmo. Esta curiosa iglesia construida a mediados del siglo XVIII, es el resultado de la unión de dos: la barroca del antiguo convento, y la del Carmen de estilos barroco y rococó. La fachada lateral está recubierta de los maravillosos azulejos blancos y azules que tanto nos gustan. En el interior destacan sus paredes de mármol rosa y las tallas de estilo rococó de sus retablos.

Estas dos iglesias están separadas por una curiosa vivienda ubicada en el medio, que puede presumir de ser la más estrecha de todo Portugal.

Iglesia Do Cormo
Lateral Iglesia Do Carmo

Bajando en dirección al río paseamos por la Rua das Flores, donde me encontré con el primer local de sardinas que después encontraría por todo el país y que no dejan de sorprenderme.

Casi sin darnos cuenta llegamos hasta la zona de Cais da Ribera.

Vista de Cais da Ribera desde Vila Nova da Gaia

Con el río Duero en primer plano y Vila Nova da Gaia en la orilla de enfrente es, sin dudas, el barrio más pintoresco de la ciudad. Tanto que si tuviera que elegir un solo lugar para visitar en Oporto me quedaría con este. Con sus casa apiñadas, sosteníendose unas a otras como si fuesen a caerse sin ese sosten mutuo, la ropa colgando de las ventanas y la decoración de azulejos y colores en sus fachadas es la imagen que tenía de Portugal antes de poner un pie en el país.

Sobre la costa se encuentra la Igreja de São Francisco, que es para muchos, una de las mas lindas de la ciudad. Decorada con más de 400 kg de oro cubriendo casi la totalidad de la superficie, es, para mí, un poco más que excesiva. 

Atardecer sobre el río Duero

Terminar el día tomando algo en las orillas del Duero o haciendo un recorrido en barco para ver la ciudad desde otra perspectiva puede ser una gran idea.

No suelo hacer demasiadas recomendaciones porque entiendo que cada viajero puede disfrutar cosas distintas, pero esta vez me atrevo a sugerir que si se opta por cenar al lado del río, crucemos el puente para hacerlo del lado de  las bodegas. Las vistas son tan bonitas de una margen como de la otra pero Vila Nova de Gaia tiene los más lindos restaurantes y un ambiente más prolijo.

No podemos dejar Oporto sin visitar la , su catedral. Ubicada en la parte más alta de la ciudad, junto a las murallas que tiempo atrás protegieron el burgo, es uno de sus principales y más antiguos monumentos.

La construcción comenzó en el siglo XII y, a lo largo de su historia, ha sufrido muchas reconstrucciones, por lo que presenta diferentes estilos. La mayor parte es barroca, aunque la estructura de la fachada y el cuerpo de la iglesia son románicos. El claustro y la capilla de San Juan Evangelista son de estilo gótico; el claustro pertenece al siglo XIV y está decorado con azulejos que reflejan escenas religiosas. 

Vale la pena subir hasta su terraza desde donde tenemos unas vistas divinas de las intrincadas callejuelas de la ciudad.

Siguiendo la ruta de los azulejos podemos aprovechar que a solo unas pocas cuadras se encuentra la Igreja de Santo Ildefonso, mucho más moderna que la catedral pero con una ubicación privilegiada. Aunque no es necesario detenerse a mirar los 11.000 azulejos que decoran las paredes de su fachada, una mirada general alcanza para entender por qué constituyen uno de los murales de azulejos más conocidos de Oporto.

Santo Ildefonso,

Para hacer un alto en el camino, nada mejor que el famoso Café Majestic, recomendado por todas las guías de viajes y por los viajeros que pasaron por la ciudad antes que nosotros. La historia del Majestic se remonta al año 1921 cuando abrió sus puertas por primera vez bajo el nombre de “Elite”.

Aunque desde el inicio fué un éxito, su nombre no coincidía con el ambiente republicano, burgués y chic de los portuenses de entonces.

El glamour y la élite cultural parisina eran referencias de la cultura portuguesa. Al año siguiente cambió su nombre, por el que vemos hoy en día con un estilo chic parisino y decoración Art Nouveau.

El local está ahí desde entonces, y desde su página web lo describen de ambiente romántico, fino y elegante. 

Café Majestic

Al seguir caminando por la rua comercial de Sta Catarina nos encontramos con la típica postal portuguesa en la Capela das Almas. De estilo neoclásico está cubierta por 16.000 azulejos blancos y azules que narran la vida de Santa Catalina y San Francisco de Asís. Aunque la iglesia es del siglo XVIII, los azulejos fueron añadidos en 1929, y fue todo un acierto.

Capela das Almas.

Como es de esperar Oporto tiene también una zona moderna que contrasta con todo lo demás. Ahí destaca la Casa da Musica, con una particular forma afacetada construída en el año 2005 en hormigón blanco y con capacidad para 1.300 asientos.