Sin lugar a dudas puedo afirmar que uno con el tiempo cambia la mirada y los intereses y hace foco en cosas distintas. Estuve en Florencia en mis veinte y no recuerdo nada de lo que vine a ver especialmente en este último viaje.
Recuerdo al David de Miguel Ángel (link a nota) porque me impactó de solo verlo, pero no me volví loca con la “Trinidad” de Masaccio, aunque fue una de las primeras obras renacentistas con perspectiva, ni con la cruz de Giotto, ubicadas en Santa María Novella, considerada un depósito de obras maestras. Hoy incluiría ambas cosas dentro de los imperdibles de la ciudad.
“Trinidad” de Masaccio Cruz de Giotto
En aquel momento me encantó descubrirla, recorrerla y caminarla, pero soy una convencida que una ciudad no se conoce en una sola visita (ni en dos, en este caso).
Hace algunos años estudio historia del arte con Astrid Maulhardt y, un poco tomando eso como excusa, recorrimos parte de Italia con amigas en busca de descubrir, o re descubrir, todo aquello que vimos en clase. Así fue como llegamos a Florencia.
Para poner orden en el recorrido empezamos por lo clásico: la Piazza del Duomo.

Duomo, Campanile y Battisterio
La actual catedral fue construida para demostrarle al mundo que Florencia estaba a la altura a sus ciudades rivales: Siena y Pisa. Fue levantada sobre la anterior y se le concedió el nombre de Santa María del Fiore. La construcción de su cúpula fue una de las más grandes proezas de la ingeniería medieval y es hoy en día una de las postales clásicas de la ciudad.
La fachada es relativamente nueva ya que la original, de Arnolfo di Cambio, fue derribada en 1587 sin siquiera haber sido terminada, para reemplazarla por una más a gusto con el tono arquitectónico de fines del siglo XVI pero no se terminó hasta 300 años después, luego de 91 proyectos rechazados. Finalmente en 1887 el arquitecto Emilio de Fabris pudo terminar la obra.
Entrar a la catedral impacta. Mientras por fuera es deslumbrante, adentro todo parece espacio y austeridad, aunque no se puede perder de vista la cúpula de Brunelleschi, entre otras maravillas.
En la cripta se pueden ver las ruinas de Santa Reparata, la catedral original.
Exterior de la catedral Interior de la catedral
Subir al Duomo vale el esfuerzo. Son más de 400 escalones y hay partes de la escalera muy angostas (no apto para claustrofóbicos) pero es la única manera de ver realmente de cerca los frescos de Giorgio Vasari y Federico Zuccari que representan el juicio final.

Florencia siempre nos da una yapa y la vista que nos ofrecen tanto el Duomo como la cima del Campanile (empezado por Giotto en 1334 y terminado después de su muerte por Andrea Pisano y Francesco Talenti), es la recompensa por el esfuerzo de subir otros 414 escalones.
Vista desde el Campanile Vista desde el Duomo
El Battisterio de San Juan es otro clásico. Es el monumento más antiguo de la plaza, y según su tradición era un templo pagano reconstruido y transformado en iglesia cristiana durante el período de afianzamiento político y económico de la ciudad, cuando Florencia se convirtió en sede del gobierno imperial de la Toscana que culminaría con la autonomía de la ciudad respecto al Sacro Imperio Romano Germánico.
Su forma octogonal simboliza “el octavo día”, el tiempo de Cristo resucitado, y las puertas de bronce (colocadas entre el siglo XII y XVI) ilustran distintas historias bíblicas. La más conocida es la puerta este, con escenas tomadas del Antiguo Testamento y llamada por Miguel Ángel “Puerta del Paraíso” según cuenta el artista e historiador Giorgio Vasari. La puerta original fue realizada por Ghiberti y actualmente está sustituida por copias.
En el interior se puede ver el piso que evoca al mundo islámico y la cúpula está decorada con mosaicos que ponen de manifiesto la influencia bizantina en Italia, donde se ve una imponente figura de Cristo que domina la escena.
Exterior del Battisterio Interior del Battisterio
Nota: El Museo Dell´Opera del Duomo estaba cerrado por reformas durante mi visita a la ciudad.
Palazzo Vecchio
Este palacio-fortaleza, ubicado en la Piazza della Signoria, con una torre del 94 m de alto, fue diseñado por Arnoldo di Cambio entre 1289 y 1314 para la Signoria, el gobierno florentino.
Sigue actualmente siendo sede del poder de la ciudad, donde se reúnen el alcalde y el consejo municipal. Desde lo alto de la Torre d´Arnolfo se disfruta de unas vistas inolvidables. Adentro, la escultura “Genio della Vittoria” de Miguel Ángel embellece el Salone Dei Cinquecento, un increíble salón decorado con pinturas creado para el Consiglio Dei Cinquecento (consejo de los 500) que gobernaba la villa en el s XV.

Gallería degli Uffizi
La galería alberga la mejor colección del mundo de cuadros renacentistas, con obras maestras de Giotto, Botticelli, Miguel Ángel, Leonardo y Rafael hasta Tiziano y Caravaggio, en un magnífico Palazzo del s. XVI, por lo que necesitaría no una nota, sino una revista entera para hablar del Uffizi, como se la conoce habitualmente, por lo que en el siguiente link (https://trazandoelrumbo.com/destinos/una-guia-completa-para-no-perderse-en-el-uffizi/?preview=true&_thumbnail_id=860) encontrarán una selección absolutamente arbitraria, con los “imperdibles” que no podemos dejar pasar por alto.
Pero no todo es arte en esta una ciudad. No hay que olvidarse de caminar por la legendaria Via de´Tornabuoni, donde encontramos las marcas de diseño internacional, por la Via Della Vigna Nuova, donde el icono de la moda Gucci empezó como una pequeña talabartería en 1921 o tomar un café en las orillas del Arno ya que sus vistas son inolvidables tanto de día como de noche.
Cruzar el Ponte Vecchio, es imprescindible porque es el único puente que sobrevivió a la retirada de los alemanes en 1944 y donde se encuentran actualmente los puestos de los joyeros de la ciudad. Una vez del otro lado del Río debemos llegar hasta el palacio Pitti, y la Iglesia del Santo Spirito con la cruz que Miguel Ángel realizó a sus 18 años, y aprovechar para comer algo en frente a la iglesia, en la plaza del mismo nombre que está llena de barcitos y restaurantes divinos.

Con una visita guiada se puede recorrer el Corridoio Vasariano, un pasaje del s. XVI que unía al Uffizi con el Palacio Pitti (diseñado por Brunelleschi) y permitía a los Médici desplazarse en privado entre sus palacios.
Pero entre tanto arte y Renacimiento dejemos un tiempo para caminar la ciudad y comer algo en el rooftop de la galería “Rinascente” con vista a la cúpula de la Catedral o para dar un paseo en calesita, que siempre es una buena opción si estamos con chicos (o no).

Pero como en cada ciudad italiana hay miles de iglesias que son una obra de arte en sí mismas o que contienen alguna joyita que seguramente no vi. Los invito a que me escriban y juntos completemos la nota para los futuros viajeros.
De lo que sí estoy segura es que para terminar el recorrido no se puede dejar ir a ver Il Porcellino, un cerdo de bronce del que se dice que, si se le frota el hocico, se vuelve a Florencia.
