La primera vez que llegué a Budapest fue de casualidad, sin planearlo ni imaginarlo. Era joven y andaba con mochila vagabundeando por el mundo. Volví con un viaje planeado y muy estudiado.
¿La diferencia entre un viaje y otro? 22 años, unos cuantos km recorridos y una manera distinta de viajar.
Dos estilos de una misma ciudad
Cristiana, islámica y cristiana, otra vez. Formó parte del Sacro Imperio, cayó en manos de Solimán el Magnífico y tras 150 años de dominación turca pasó a formar parte de los dominios austriacos, gobernados por los Habsburgo.
Dividida por el río Danubio encontramos sobre la margen derecha a Buda y sobre la izquierda a Pest. La primera, es montañosa y señorial; fue la antigua sede real y zona residencial más elegante. Pest, en cambio, es llana y plebeya. Es el corazón económico y comercial de la ciudad. Es a dónde la vida transcurre, entre cafés y calles comerciales.

Antiguamente solo se cruzaba de un lado a otro en barco o caminando sobre las aguas congeladas, en invierno.
Recién a mediados del s XIX se construyó el 1er puente para unir ambas orillas, el Puente de las Cadenas, que fue reconstruido en 1949 después de la Segunda Guerra Mundial.

Para ordenar el recorrido se puede empezar desde lo alto de Buda, curioseando el castillo, conocido también como Palacio Real, ya que antiguamente era la residencia de los reyes de Hungría. Actualmente alberga la Biblioteca Széchenyi, la Galería Nacional Húngary y el Museo de Historia de Budapest.
Desde ahí se puede ir bajando hasta el Bastión de los Pescadores, al lado de la Iglesia de Ntra Señora, más conocida como la iglesia de Matías que fue, como tantas, convertida en mezquita en tiempos de los otomanos y reconvertida en iglesia luego de la ocupación. En esa Iglesia fueron coronados los reyes húngaros y destaca su techo decorado con azulejos de varios colores, colocados en zigzag, igual que en la Catedral de San Esteban de Viena.


Desde ahí se consiguen las mejores vistas de Pest, sobresaliendo la del Parlamento, que con su imponente estilo Neogótico recuerda el poder económico de Hungría de fines del siglo XIX.

Cruzando ¨El puente de La Libertad¨ llegamos hasta el Mercado Central donde se pueden comprar desde delicias gastronómicas hasta manteles con los típicos bordados de la zona.
Desde ahí podemos recorrer la calle Váci, repleta de marcas internacionales, o podemos perdernos por sus alrededores para descubrir el verdadero encanto de la ciudad.

Váci termina en la Plaza Vörösmaty, donde se encuentra el café Gerbeaud fundado en 1858. Según dicen lo mejor del lugar son las tartas Dobos y Budapest pero nosotros elegimos el café New York, más parecido a un palacio que a una confitería.

Una opción, sobre todo si estamos con chicos, es hacer un alto y dar una vuelta en el Budapest Eye que con sus 65 mts de altura nos muestra la ciudad desde otro punto de vista.
Si desde ahí bajamos hacia el río estamos a la altura del Puente de las Cadenas y si vamos hacia el lado del Parlamento nos encontraremos con los zapatos de Budapest, un homenaje a las víctimas asesinadas a lo largo del río.

Otra opción para ver la ciudad desde lo alto es la cúpula de la neoclásica Basílica de San Esteban que es, a su vez, la Catedral de Budapest. Construida en 1851 en su interior se guarda la reliquia de la Sagrada Diestra, el brazo del primer rey momificado, que le da el nombre al templo.

Caminar por la Avenida Andrássy es caminar a través de la historia de la ciudad. Creada en 1872 y declarada Patrimonio de la Humanidad en 2002, nos lleva recorriendo palacios y mansiones hasta la Plaza de los héroes, donde se conmemora a los líderes de las siete tribus fundadoras de Hungría. Las estatuas están flanqueadas por los dos edificios del Museo de Bellas Artes.

Atravesando la plaza se llega al parque urbano más frecuentado: el Városli get, que reúne visitas como el Zoológico, el parque de atracciones y un lago artificial en cuyo centro se alza el Castillo de Vajdahunyad, que reproduce a escala micro monumentos de todo el país.
Otras de las grandes atracciones de Budapest son sus balnearios. Hay 118 manantiales tanto naturales como artificiales, desde los que cada día brotan más de 70 millones de litros de agua termal a temperaturas entre 20 y 80*C. Esta costumbre se remonta a la época de la dominación romana pero para mi quedaron pendientes.